domingo, 24 de junio de 2012

Halagos y Amapolas

De pronto, se le acercó como por encima de su hombro y, con un suave murmullo, le dijo lo que pensaba sobre ella. El leve contacto con la piel de su brazo despertó en él, algo diferente, algo que estaba dormido. No fue hasta ese momento en que tomó conciencia de lo suave y delicada que resultaba esa piel, de la agradable fragancia que brotaba de ese cuerpo. Se dio cuenta que esa noche era la perfecta ocasión para hablar. Toda mujer se siente bien cuando escucha un halago… —No me había dado cuenta que tu piel era tan suave…Deseo decirte algo que tengo guardado desde hace un tiempo. No quisiera que lo tomaras a mal…y no es el vino el que me ha turbado. Soy conciente de lo que quiero decir… Compañeros de trabajo desde hacía varios meses, llegó la oportunidad de hacer un viaje. Una muestra de artistas plásticos los convocó fuera de su ciudad. Fueron sólo tres días y dos noches compartiendo muchas horas tan intensas… Hubo el último día una recepción de gala para los participantes y ahí, entre copas de vino, canapés y buena música de fondo, disfrutaban la alegre velada. El lugar estaba ambientado con algunas discretas amapolas frescas, ubicadas en lugares estratégicos. El plato fuerte, por supuesto, eran las obras de arte de los diferentes artistas plásticos locales. Al entrar ella en la sala y al ver aquellas amapolas, se sintió como si fuera su hogar. El jardín de su casa, lleno de amapolas, crecían de a montones. Muchas veces le dijeron que sembrara otro tipo de flor, un renuevo para su jardín con otras especies como rosas, geranios, fresias, tal vez. Pero no. Las favoritas eran las amapolas. Siempre lo habían sido. Recordó la vez en que su marido, siendo amigos aún, le llevó un ramito de amapolas de regalo. De igual manera para su casamiento, en la iglesia y en su casa, lucían sus amapolas y al nacer sus dos hijos, la habitación de la maternidad se llenó de ellas. ¿No eran acaso sus flores predilectas? —Te ruego que me perdones, si lo que voy a decir te parece desubicado, pero estoy empezando a sentir algo por ti. Algo más que compañerismo, más que amistad... No sé si a ti te pasa lo mismo… Ya sé, lo sé. No estás sola, pero me doy cuenta que no decírtelo sería perder una oportunidad… Aquella mujer menuda y más bien delgada, llevaba un vestido largo, algo sencillo, sujeto a los hombros por dos cintas y con un chal de lino encima. Al escuchar tales palabras, se dio vuelta y lo miró. La mirada de sus ojos grandes y oscuros era fija, pero de asombro a su vez. La primera sensación, de alegría… lo sabía. Ella presentía que, en cualquier momento, él la iba a encarar, pero en lo más íntimo, no quería enfrentar ese momento. Y llegó, justo en aquella noche de amapolas y de arte. Apreciaba muchísimo su amistad pues él era un artista reconocido en el ámbito. Había aprendido a su lado. Tantas veces había sido el mecenas que necesitaba para poder dar a conocer sus obras. Sus ideas coincidían. Y no solo eso, era una buena y agradable persona. —Me gustaría poder aceptar tu cumplido. Y me siento halagada. Creo que lo estaba esperando desde hace tiempo, pero debo decirte algo, y no lo tomes a mal. En ese instante tomó la mano de él y la abrió. Suavemente la cerró, como si hubiese colocado algo adentro de esa mano. Así, permanecieron un momento, mientras le hablaba. —No podría aceptar tu cumplido ni tu confesión. Por la amistad que nos une, por el respeto que te tengo y porque no quisiera perderte, te los devuelvo. Te entrego este halago y esta confesión. Tómalos, porque si yo los recibo, mi corazón se lastimará. Y no quisiera atesorar lo que no necesito. No guardaré ni esta confesión ni este cumplido dentro de mí. Ya sabes, soy una mujer comprometida. Por eso, amigo mío, te los devuelvo, ¿puedes comprenderme? Y así, después de haber hablado, retiró sus delicadas manos. Muchas veces es tan sutil la línea que separa una verdadera amistad, un respeto o una admiración en el terreno del amor… Y ¿qué es el amor entre un hombre y una mujer? Cuando después de muchos años de compartir alegrías y penas, abundancia y escasez, es lo mismo estar cerca que no estar. Pues, ¿qué es el amor?... ¿Es acostumbramiento? ¿Es rutina?... o es ese latir intenso del corazón cuando estás cerca de la persona que admiras, o quizás simplemente, detalles… Es acaso tener en cuenta que la persona a la que amas cambió de perfume, y tiene la piel más suave… Y así, aquella mujer volvió a su ciudad. En el aeropuerto la esperaban sus dos hijos y su marido. Los niños, con un cartel enorme lleno de corazones y él, con un ramo de amapolas en su mano. Ella se acercó primero a sus hijos, que corrían por recibir el primer beso y abrazo de su madre. Luego se acercó a él, y la abrazó, la besó. Finalmente, le dijo algo al oído, apenas audible. Ella le sonrió y, caminando abrazados, le dijo: — Sí, mi amor, cambié de perfume¡ Me alegra tanto que te hayas dado cuenta!

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