lunes, 20 de febrero de 2012

La Armadura

Hubo una vez un suceso muy extraño en una lejana población de la tierra llamada Paraíso, donde abundaba la paz y los habitantes eran felices. Vivían del campo y del ganado.
 En el pueblo todos se conocían. Eran amantes de las artes. Por las tardes después de la escuela, los niños y niñas iban a pintar a la sombra de los árboles. Por las noches los adultos se juntaban a recitar poemas y con guitarra acompañaban sus declamaciones. El buen trato y la solidaridad eran sus valores más rescatables.
 Un buen día la oscuridad de las tinieblas se hizo notar. Eran espíritus malignos que venían de una lugar llamado Región Celeste y querían gobernar Paraíso. La gente de Paraíso se puso muy triste porque todos los días eran oscuros y el sol ya no salía. Los días eran nublados y todos los habitantes empezaron a deprimirse. La gente no iba a trabajar y los niños y niñas no querían ir a la escuela, todo era oscuro. Poco a poco la alegría se fue esfumando de ese apacible pueblo.
 Pero no tardó en llegar el auxilio, la pronta ayuda y la fortaleza a ese lugar. Una mañana, aunque parecía de noche, uno de los vecinos decidió que era tiempo de “ estar firmes”. ¿Qué nos han enseñado desde niños? –preguntó- ¡¡¡Resistamos el día malo y estemos firmes!!! -gritaron todos a una sola voz-
Fue como si, de pronto, un velo les hubiera sido quitado de los ojos. Y la Palabra del Creador les vino a la mente y al corazón. Así que cada habitante de Paraíso se puso la Armadura para hacerle frente al enemigo. Porque no luchamos contra gente como nosotros, sino contra Espíritus malvados que actúan en reinos celestiales.
La verdad y la justicia de Dios los vistió como armadura; se calzaron con el apresto del evangelio para anunciar la paz. También usaron escudos de fe para hacerle frente a los flechazos de fuego del enemigo. Se colocaron cascos en sus cabezas como salvación y por último cada uno tomó una espada. Las espadas eran diferentes a las comunes, pues éstas eran espadas del Espíritu y las llamaban Logos.
 Habiendo tomado esa armadura, se fueron hacía la región Celeste e hicieron frente a las huestes de maldad.
 Finalmente, resistieron al enemigo y permanecieron firmes. ¡Vencieron! Por un buen tiempo las huestes no aparecieron más pero cada vez que intentaban acercarse a Paraíso, los habitantes estaban firmes. Ellos estaban revestidos de la armadura de Dios.